La obesidad es una enfermedad, crónica, progresiva e irreversible.
Esta es la causa por la que a nosotros, los obesos, parece que no nos funciona nada, hagamos lo que hagamos. Cuando se establece en nuestro cuerpo la obesidad como enfermedad debido a la hipertrofia adiposa es como si, por ejemplo, encendiéramos un interruptor y no pudiéramos apagarlo nunca.
El término “obeso” procede del latín obesus, que significa “corpulento, gordo o relleno”. Su uso en lengua inglesa se registró por primera vez en 1651, en el tratado de medicina de Noah Biggs.
Nuestro organismo está compuesto por agua, grasa, proteína, hidratos de carbono, vitaminas y minerales. Se habla de obesidad cuando el organismo contiene demasiada grasa, o sea, existe una hipertrofia general del tejido adiposo, un índice de masa corporal (IMC) en el adulto mayor a 30 kg/m², según la Organización Mundial para la Salud (OMS). También se considera señal de obesidad al perímetro abdominal que, en hombres, es mayor o igual a 102 cm. y, en mujeres, mayor o igual a 88 cm.
El sobrepeso y la obesidad no son lo mismo. La obesidad es el incremento del peso corporal por encima de un 15% del valor considerado normal, como consecuencia del aumento de la grasa corporal.
El porcentaje de personas que encajan en esas dos categorías, sobrepeso y obesidad, se determina mediante el Índice de Masa Corporal (cálculo entre la estatura y el peso del individuo) y, en este sentido, la OMS considera que existe sobrepeso cuando el IMC es igual o superior a 25 kg/m².
No obstante, hay que señalar que no podemos interpretar el aumento de peso como un aumento de grasa, ya que es perfectamente posible que un individuo haya subido de peso debido a una retención hídrica, por lo que, en este caso, no hablaríamos de obesidad. Asimismo, en el caso de los culturistas, que cuentan con una masa muscular muy desarrollada, el peso corporal es mayor, pero no por ello son obesos. Sin embargo, muchas personas obesas coinciden en que a lo largo del año su peso fluctúa, casi sin posibilidad de mantener una cifra o valor constante.
La mayoría de los expertos y médicos definen la obesidad como una “enfermedad crónica”, es decir, una enfermedad de larga duración cuyo fin o curación no puede preverse claramente, aunque puede que no ocurra nunca. Yo añadiría también que, en muchos casos, es progresiva e irreversible.
La obesidad, un asunto que atañe a la salud pública y que a todos afecta por igual (independientemente del sexo, la etnia, la edad, la nacionalidad o el nivel educativo o los recursos económicos), fue reconocida como enfermedad en el año 1.985. Debido a la alta prevalencia de obesidad que existe hoy día, la OMS ha llegado a considerarla una pandemia mundial no infecciosa y también una enfermedad crónica no transmisible. A diferencia del sobrepeso, que existe, como ya hemos comentado, cuando el IMC tiene un valor igual o superior a 25 kg/m², hay obesidad cuando el IMC o índice de masa corporal es igual o superior a 30 Kg/m².
Nuestra pregunta es: ¿cuándo se hace la enfermedad irreversible? El instante lo marca la hipertrofia adiposa, pues, cuando se llega ahí, no existe posibilidad de regresión, ya que la célula grasa continúa almacenando lípidos, es decir, grasa. Es como si encendiéramos una luz y no la pudiéramos apagar nunca. Por ello, es también progresiva, pues se mantiene activa de por vida. De modo que las dietas o las técnicas quirúrgicas restrictivas como, por ejemplo, el balón intragástrico, dieta enteral o sonda nasogástrica, malla adelgazante o membrana supralingual, anillo gástrico o banda gástrica ajustable o banding, etc., son simplemente métodos paliativos, pero no curativos.
Aunque distintos estudios demuestran que la obesidad es de origen multifactorial (es decir, intervienen factores genéticos, ambientales, psicológicos, etc.), bajo mi punto de vista, en la actualidad es un problema asociado al factor socioeconómico, al sedentarismo, a la inestabilidad laboral y al aumento del stress producido por los ritmos de la vida.Por esta razón, para conseguir un resultado satisfactorio, efectivo y duradero hemos de aceptar este hecho: "si somos obesos, somos enfermos crónicos", por lo que, de ahora en adelante, es decir, para siempre, tendremos quecuidarnos y tratarnos.
El ejemplo más parecido es el de los pacientes diabéticos, que necesitan un tratamiento apropiado de por vida. Así que,para combatir la obesidad, debemos convertirnos en individuos normales, con unos hábitos alimenticios y un estilo de vida saludables. Pero si adquirir esos hábitos saludables le resulta prácticamente imposible, tiene, como alternativa, la cirugía.
Es muy importante aceptar la condición de “enfermo”, pues, con frecuencia, muchos de los tratamientos como las dietas, o bien un tipo de alimento en sí, o los productos dietéticos que ayudan a regular el peso o favorecen el tránsito intestinal van dirigidos a individuos sanos, no obesos, ya que los resultados obviamente son distintos.
La enfermedad, tal y como la define el Diccionario de la RAE, es una alteración más o menos grave de la salud. Dicha alteración puede deberse a diversos factores internos o externos de nuestro organismo.
El enfermo, por su parte, es el que padece la enfermedad, aunque ignore que la padece, aunque la desconozca. En este punto, hemos de señalar que cada individuo vive de manera muy particular esos estados de salud y enfermedad y, principalmente en el último, cobra gran importancia la manera en la que cada persona afronta su enfermedad.
La obesidad, que puede aparecer en cualquier momento, se da frecuentemente en los países desarrollados y hoy día se ha convertido en la segunda causa de muerte evitable en todo el mundo, por detrás del tabaquismo.
Cuanto más bajo sea el nivel socioeconómico y cultural, mayor es el riesgo de padecer sobrepeso y obesidad. Por ello, hoy día, muchas personas que viven en países con limitados ingresos y medios se enfrentan no solo al problema de las enfermedades infecciosas y la malnutrición, sino que también experimentan un aumento de los factores de riesgo de enfermedades crónicas como el sobrepeso y la obesidad, debido a la incorrecta alimentación durante la etapa prenatal, la lactancia y la infancia (donde se ingieren alimentos hipercalóricos y de escaso valor nutricional) y a la falta de actividad física.
La obesidad también es un problema porque aumenta el riesgo de enfermedades como la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, el cáncer, la artritis, la hernia de hiato, la apnea del sueño, etc. Por estos motivos se considera “la enfermedad del siglo XXI”.
Fuente: El Libro Negro de los Secretos de la Obesidad